El neoliberalismo, puesto en
práctica durante la década de los ochenta del siglo pasado, establecía que los
sacrificios para reordenar nuestra economía traerían como recompensa una
democratización de los sistemas. Sin embargo, durante la década siguiente, este
optimismo desapareció y comenzó un replanteamiento de los alcances éticos del
modelo económico.
En el terreno de la
política, los cuadros ideológicamente mejor formados quedaron en el olvido
pasando a primer plano las prácticas clientelares, el “reparto de despensas” y
las “urnas embarazadas”. Asistimos pues, a un ascenso de las fuerzas populares,
que van siendo contrarrestadas por las altas esferas del capital y del poder a
través de la manipulación de los medios de información.
El camino para la
reconstrucción social depende de la generación de espacios medios, entornos que
pueden ser manejados por seres sociales no profesionalizados, pues donde la
sociedad civil ha logrado fortalecerse se han desarrollado formas más
democráticas de organización.
La creación de estos
espacios, permitirá el mejor aprovechamiento de los recursos nacionales para
combatir las grandes ineficiencias que afectan al país y por las cuales la
economía depende casi exclusivamente del petróleo, las remesas y el
narcotráfico.
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