La Revolución Mexicana tuvo su
origen en numerosos factores, pero sin duda, la configuración social de la
población y su creciente ambición jugaron un importante papel para que se
desatara el movimiento que acabaría con la dictadura de Porfirio Díaz.
Al comienzo de su mandato,
Díaz resultó ser el gobernante apto para el momento histórico por el que atravesaba nuestra nación, pues logró un importante período de auge económico, y a
consecuencia de esto, reelegirse con el apoyo de las clases medias,
principalmente. Sin embargo, a principios del siglo XX, Díaz comenzó a apoyar
en mayor medida a la inversión extranjera que llegaba a nuestro país; estas
acciones afectaron directamente a las clases industriales de la nación y por
ello retiraron su respaldo a don Porfirio.
Las restricciones a los
derechos políticos de los trabajadores se sumaron a estos hechos para conformar
una bomba de tiempo que no tardaría en estallar. Así pues, numerosos grupos con
diferentes intereses se unieron al movimiento de Revolución; había quienes
luchaban por los derechos agrarios, otros por los derechos laborales, pero a
todos los unía un claro objetivo: acabar con la dictadura de Díaz.
Una vez que concluyó el
gobierno de Díaz quedaba una tarea aun más difícil: regresar el orden a la
nación. La complejidad de la situación radicaba en que, dado que una mezcla muy
heterogénea de grupos había participado en la Revolución, habría que decidirse
cuál de ellos sería el indicado para tomar el poder. Esta fue la causa que
desató más adelante los conflictos entre los principales caudillos
revolucionarios.
Jesús Benito Cinco
No hay comentarios:
Publicar un comentario